Rescatar el espíritu guerrero
Domingo 25 de octubre de 2020, tarde lluviosa en Buenos Aires y la inevitable serie de Netflix. Episodio 6 de Bárbaros. Ari, un bárbaro criado en la Roma Imperial, habla con la cabeza de su padre romano decapitada e insertada en una lanza:
“Todo lo que sé del combate lo aprendí de ti. ¿Para qué luchamos? ¡Muchas veces te lo pregunté!
Algunos luchan por lo que solían ser, otros por lo que está por venir.
Peleamos por amor.
Peleamos por honor.
Peleamos por gloria.
Peleamos por nuestra libertad…
Algunos pelean por sus hijos, otros por sus dioses…
Lo esencial es que ganamos si controlamos nuestras emociones, si tenemos una estrategia clara como el cristal, si mantenemos el orden de nuestro ejército mientras destruímos al enemigo.
No importa porque luchamos siempre pagamos el precio con sangre.
Todos morirán culpables e inocentes.
Cuando todo esté perdido necesitamos la ayuda de los dioses y la armadura impenetrable del oponente se convierte en su mayor carga (comienza la lluvia).
Pero lo más importante es reconocer la mayor vulnerabilidad del enemigo y atacar con todas las fuerzas ese punto débil. Tu mayor debilidad fue haber confiado en mi.
¿Dígame usted porque luchamos? ¿Valió la pena? Nunca pudo comprender que los demás quieran vivir distinto…”
Este episodio trajo a mi memoria los conceptos de José Ortega y Gasset en su libro el Espectador V, en el apartado VI Ideas de los castillos: el espíritu guerrero (1932-1945).
Ortega y Gasset escribía:
“El vocablo "barbarie", en su uso más frecuente, se ha vaciado de significación propia y conserva sólo un sentido peyorativo de descalificación. Lo mismo pasa con la palabra "salvaje". Se olvida que una y otra significan dos tipos de espiritualidad que constituyen dos estadios ineludibles del desarrollo histórico, como en la vida individual lo son niñez y juventud.
Sería, en efecto, deplorable que el hombre culto abandonase su cultura y se tornase otra vez bárbaro. Pero acaso tenga un excelente sentido decir que la actitud más perfecta consiste en que el hombre culto conserve vivaz cierto fondo de barbarie, como es, sin duda, lo mejor que el hombre maduro mantenga pervivente en su persona cierto manantial de juventud y aún de niñez... El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor.
Más adelante Ortega y Gasset agrega el que considero el principal concepto de este escrito; un análisis sobre el espíritu guerrero y el industrial.
“En toda empresa hay dos ingredientes: el apetito de ejecutarla y el temor del peligro que ocasiona. ¿Cuál es ante ellos nuestro primer movimiento, antes de toda reflexión y razonamiento? ¿Puede en nosotros más el apetito de hacer o el temor que invita a eludir? Llamo espíritu guerrero a un estado de ánimo habitual que no encuentra en el riesgo de una empresa motivo suficiente para evitarla. En el espíritu industrial, por el contrario, decide la consideración del peligro y siente la vida como una perpetua cautela. La guerra, concretamente, no es sino una de las muchas formas en que el espíritu guerrero puede realizarse. Lo esencial de ella es ser un peligro de muerte.”
De esta manera Ortega y Gasset destaca el espíritu guerrero de los bárbaros y la fuerte confianza en sí mismos que estos guerreros tenían.
“La causa por la cual en el espíritu guerrero prevalece el apetito de acción sobre el temor al peligro no es otra que un radical sentimiento de confianza en sí mismo. Viceversa, en el centro del espíritu industrial actúa una radical desconfianza.
La época bárbara es sazón de fe en sí mismo. Esta es la gran virtud de tal edad, que conviene injertar en la nuestra, ahíta de cautela y preocupación. Ni el salvaje, que vive en perpetuo terror, ni el culto, que vive de suspicacia y desconfianza, poseen ese gran don del bárbaro: fiar de sí mismo.
Pero claro está que una cosa es el guerrero y otra el militar. La Edad Media desconoció el militarismo. El militar significa una degeneración del guerrero corrompido por el industrial. El militar es un industrial armado, un burócrata que ha inventado la pólvora. Fue organizado por el Estado contra los castillos. Con su aparición comienza la guerra a distancia, la guerra abstracta del cañón y el fusil.”
La fuerza de la imagen de Netflix y el análisis filosófico de Ortega y Gasset despertaron mi interés para reflexionar sobre las capacidades de nuestros soldados. Aquellos que deberán enfrentar los escenarios de las próximas décadas.
Desde Do-Tank Tabula Rasa hemos definido los escenarios como restrictivos, caóticos, complejos y ambiguos. Escenarios en los que el fácil acceso a la tecnología permitirá a bandas criminales ejecutar acciones de un alcance hasta ahora desconocido.
Hemos propuesto que los integrantes de las Fuerzas armadas deben provenir de un ámbito común de selección, educación, formación y adiestramiento. Afirmamos la necesidad de descartar todos los sistemas de armas obsoletos ya que condicionan el desarrollo intelectual de quienes los emplean. La rapidez del avance tecnológico es tal que la obsolescencia se ha convertido en un concepto a considerar a la hora de definir el desarrollo de los medios.
La preparación intelectual debe estar orientada por una correcta identificación de aptitudes y se debe buscar la conformación de una inteligencia colectiva que fortalezca la aptitud y actitud desde los menores niveles de la conducción. Soldados, hombres y mujeres, en capacidad de combatir con cero tecnología o la máxima posible. Esto incluye un concepto de adaptación permanente ante la configuración de la amenaza.
Consideramos que para enfrentar lo que vendrá se debe fortalecer el espíritu guerrero. Esto se logra a través del conocimiento mutuo de los integrantes de la organización. Hoy amerita un adiestramiento de alto rendimiento. Un objetivo que permita lograr “el radical sentimiento de confianza en si mismo” del que habla José Ortega y Gasset.
Do-Tank Tabula Rasa propone un sistema educativo que tenga por finalidad una formación orientada en la preparación para la guerra, con escenarios claramente definidos en los que, basados en ellos, se hayan identificado las competencias a lograr. Debemos ser extremadamente críticos con lo existente. Los modelos educativos están sumergidos en la obsolescencia y la respuesta ante ello debe ser revolucionaria. Basar la educación en un modelo de FFAA que ya se encuentra perimido sin dudas conducirá al fracaso de cualquier acción.
Las organizaciones militares de la era industrial, oxidadas por la burocracia estatal, han perdido su esencia. Esencia que no debiera ser otra que una constante preparación para la guerra, y como dice el autor de referencia, “…formarse en aquel espíritu guerrero que no encuentra en el riesgo de una empresa motivo suficiente para evitarla”.
Los instrumentos militares deberán enfrentar, en las distintas dimensiones del espacio de batalla, enemigos que en muchos casos estarán imbuidos de espíritu guerrero. Sólo lograremos el éxito si, desprendidos de aquel militarismo forjado en el espíritu industrial, rescatamos el valor de un pasado en el que prevaleció, al enfrentar los desafíos, la confianza en sí mismos…
Producido por DO - TANK TABULA RASA