Aprendimos que se cuidan los zapatos, andando de rodillas.
Sólo un salto evolutivo de nuestras fuerzas armadas permitirá enfrentar en el mediano y largo plazo un mundo globalizado e interdependiente. El Ejército Argentino no está en condiciones de ejecutar las operaciones que expresa su actual doctrina. Sin una concepción estratégica adecuada a los tiempos que transcurren no hay forma de “enmendar y salvar” un atraso de 150 años con ajustes parciales, cambios de denominaciones y compra de medios inadecuados.
LO BARATO SALE CARO
Sin contar la historia del Ejército, podemos decir que su actual organización y despliegue se diseñó a fines del siglo XIX. En las décadas de 1920 y 1930 con conceptos innovadores incorporó materiales producidos en nuestro país; compró armas y equipos a los principales ejércitos del mundo y construyó importante infraestructura.
En la década de 1940 y 1950 se impulsa la instalación de nuevos cuarteles, fábricas y tendidos ferroviarios que respondían a la capacidad para enfrentar un conflicto armado contra Brasil y Chile (incluso simultáneos).
En los 60 y según experiencias de la 2da Guerra Mundial se remodeló la organización y estructura del Ejército (no el despliegue). Se adoptó la doctrina de las potencias aliadas, muy distante de la realidad de nuestros teatros de operaciones Hacia fines de los años 60 y principios de los 70, se sumó la preparación para operaciones de seguridad y guerra contrarrevolucionaria.
Estos vaivenes alcanzaron su punto culminante en la Guerra de Malvinas donde el Ejército, en el marco de un gobierno militar, llevó el peso de las acciones de combate, pese a que una isla es, por definición, un teatro de operaciones aeronaval.
En Malvinas el valor y el heroísmo del nivel táctico no pudieron solucionar los planteos erróneos de la estrategia. Con una doctrina desactualizada para lograr fines imprecisos y cambiantes se confirmó el antiguo axioma que expresa: “La táctica no soluciona los errores de la estrategia”.
A partir de 1983 tuvieron lugar diversos intentos fallidos de definir una política de defensa nacional. Oscurecidos por una marcada carga ideológica, con intereses partidistas y, por sobre todo, con desconocimiento de lo que es la defensa nacional, ninguno de los intentos desarrollados logró materializar una verdadera política de estado. Como corolario, se logró una profunda pérdida de capacidad operativa con bases en una doctrina antigua y ajena a nuestra realidad.
Engañarse y engañar fue más sencillo que aceptar la realidad. Pese al dicho que reza “con la verdad no temo ni ofendo”, nunca se dijo la verdad sobre las capacidades reales del Ejército Argentino.
NI BUENO NI BONITO NI BARATO.
A 34 años de reinstalado el sistema democrático, es IMPOSTERGABLE definir un nuevo sistema de defensa, dejar de mirar hacia atrás, basarse en conceptos estratégicos modernos, concebir una doctrina con pensamiento propio acorde a las necesidades de nuestro país: su geografía, cultura e idiosincrasia.
Una profunda transformación, que llegue hasta la médula de los componentes del instrumento militar (educación, reclutamiento, despliegue, equipamiento, doctrina y conceptos de empleo) en forma integral y sistémica, producirá una reforma válida y no constituirá uno más de los diversos parches de los últimos 30 años.
Una apuesta a futuro que debe solucionar y dar respuesta a algunas de las dudas latentes de la dirigencia política argentina: ¿Necesitamos FFAA?, ¿Para qué las queremos? y ¿Cuál es la visión de defensa nacional en las que se las inserta?.
YA AL QUIRÓFANO
Para ejecutar una operación militar hay que disponer de: material, información, recursos humanos, infraestructura, logística, adiestramiento, doctrina y organización[1]. Sin todos ellos, es imposible ejecutar una operación eficaz.
Nuestro Ejército no dispone de los elementos enunciados en la cantidad y calidad necesaria. Basta analizar los anuncios de los últimos 10 años de programas improvisados de adquisición de equipamiento, tan desarticulados como carentes de planificación estratégica, para comprender lo que expresamos.
SIN ANESTESIA
Actualmente, nada de lo que subsiste puede ser tenido en cuenta para el elemento operativo terrestre que se propone. Aunque suene drástico, lo que actualmente representa al Ejército puede ser mejor definido como un conjunto de personas, con un nivel general de adiestramiento e instrucción bajo, con poca motivación y mínimo espíritu de cuerpo. Sus instalaciones están sobredimensionadas, con pésimo estado de mantenimiento y un nivel de aprovechamiento pobre pero que podrían satisfacer las necesidades futuras emergentes. Sus sistemas de armas, equipos y materiales, con un alto grado de obsolescencia, prestan limitado o nulo servicio y demandan ingentes recursos y cuantiosos esfuerzos de mantenimiento para que presten un “servicio limitado”, eufemismo para “no apto para entrar en combate”.
El Ejército actual nos brinda algunos pocos ingredientes, aislados e incoherentes, de lo que se necesita y se pretende formar a futuro. Ese “rejunte”, debe ser el encargado de hacer frente a cambios inmediatos, mientras se diseñan e implementan las acciones de mediano y largo plazo, en búsqueda del nuevo sistema terrestre de defensa.
¿QUE NOS ESPERA?
Conocer el escenario global, regional y local es condición sine qua non para definir las herramientas que el Estado necesita para enfrentar los desafíos de un mundo hiperconectado en que todo sucede en tiempo real.
El tsunami científico tecnológico generará mayores cambios en los próximos 20 años que los transcurridos en los últimos 2000. La física cuántica, la biotecnología, la robótica, la nanotecnología, la banda ancha, la exploración del espacio, las infraestructuras, y las energías renovables evidencian una revolución sin precedentes.
Los desastres naturales requerirán respuestas inmediatas que atenúen su impacto. El calentamiento global tiene consecuencias geopolíticas. Se producirán migraciones en masa que convergirán hacia los polos, configurando un nuevo mapa mundial.
El ritmo previsto de crecimiento poblacional es de 80 millones por año. Para el año 2025 existirán 40 megaciudades con más de 10 millones de habitantes. Un desafío de gobierno sin precedentes.
Al espacio tridimensional, el de los sentidos, se le ha sumado el ciberespacio, y la órbita espacial ya está instalada entre nosotros. Los desafíos globales, regionales y locales transitarán por la capacidad para enfrentar crecientes conflictos de carácter social; acciones del crimen organizado; y terroristas trasnacionales, violentos y sectarios.
Las amenazas están dirigidas a la sociedad, a las infraestructuras del estado y a las fuentes de recursos.
¿PODEMOS HACER ALGO?
Argentina debe enfrentarlo mediante alianzas de carácter político, económico y de seguridad. Latinoamérica debe participar en el escenario global como bloque. Conceptos renovados deben motorizar el posicionamiento geopolítico integrado de nuestro país y de la región.
Argentina debe desarrollar sistemas que estén en aptitud de enfrentar lo que viene. Concentrarse en los fines para definir los medios acordes a nuestra realidad y a una visión de desarrollo geopolítico regional.
FUTUROS DESEADOS – LA VISION
El método propuesto se inicia con la definición de las amenazas y prioridades que conforman los escenarios (futuros posibles), continúa con la construcción de una visión (futuros deseados) y concluye con las capacidades (recursos necesarios para su logro).
Los sistemas que podrían conformar la Fuerza de Defensa Argentina, entre otros, pueden ser:
v Una Agencia Nacional de Inteligencia que conduzca todos los ámbitos de la actividad
v Un sistema de Ciberdefensa – Ciberseguridad que concentre el conocimiento y defina las acciones
v Un sistema para el control eficaz del espacio marítimo – fluvial.
v Un sistema para el control eficaz del espacio aéreo.
v Una Agencia para la Ayuda Humanitaria, Catástrofes Naturales y Monitoreo de los Recursos, para el ámbito nacional y regional.
… y en este marco un SISTEMA DE FUERZAS TERRESTRES
ü Con capacidades de empleo variadas y para múltiples operaciones, heterogéneas e híbridas.
ü Que se desvincula de todo sistema de armas obsoleto que condiciona su adiestramiento y desarrollo.
ü Con jerarquías definidas (reguladas) por el nivel de conocimientos y certificación de capacidades individuales.
ü Con miembros que se seleccionan, forman, educan y adiestran en un ámbito común con educadores orientados para identificar el potencial de cada individuo.
ü Con equipos cuyos miembros (combatientes) no superen los 45 años.
ü Contenidos por un subsistema de enseñanza integrado por profesionales civiles y militares.
ü Con un plan de Desarrollo Profesional que contemple (al concluir el servicio activo) su inserción en algún ámbito específico de la sociedad.
ü Concebido para operar en escenarios restrictivos, caóticos, complejos y ambiguos en el marco nacional y regional.
ü Con su poder de combate basado en la inteligencia colectiva, en la estabilidad y permanencia organizacional, en el óptimo nivel de adiestramiento, en la máxima explotación de los recursos disponibles y en el conocimiento del territorio nacional. Capaz de proyectarse internacionalmente sin mayores modificaciones.
ü La conducción basada en el liderazgo por conocimiento y con una marcada capacidad para exponer y argumentar en el proceso de toma de decisiones.
ü Adiestrado para operar con un nivel de tecnología acorde a la amenaza, teniendo en cuenta que dicha tecnología podrá ser neutralizada en oportunidad de enfrentar organizaciones con alto desarrollo tecnológico. Deberá estar en condiciones de combatir con medios alternativos que neutralicen o disminuyan los efectos de las mismas. La capacidad de innovar y la iniciativa responsable deberán ser la norma de trabajo.
VALORES QUE ORIENTAN
La creación de las organizaciones indicadas implicará la reclasificación de los recursos disponibles en el país.
La voluntad y la firmeza en las decisiones por parte de los responsables del rediseño serán clave. En el siglo que transcurre seremos testigos de cambios trascendentes a un ritmo de crecimiento exponencial. La política debe revalorizar el análisis geopolítico y las estrategias necesarias para el cambio vertiginoso.
En materia militar el mayor límite no lo constituye el presupuesto sino la voluntad política de concebir una fuerza de defensa en condiciones de enfrentar lo que vendrá y no lo que ya fue.
¿ESTAMOS A TIEMPO?
El Sistema de Defensa Nacional podría enunciarse como la estrategia que la política nacional determina para los próximos 30 años. El Estado debe definir cómo va a ser el mundo en el que nuestro país va a estar inserto en ese período y cuál va a ser el rol a desempeñar, considerando las amenazas posibles para las vidas de los ciudadanos y nuestros bienes en ese escenario.
Es momento de definir el escenario, el tipo de conflicto y las amenazas a enfrentar en el 2050 y más allá, hacer tabula rasa con lo existente en materia de defensa, estableciendo una nueva política de defensa, con su consecuente estrategia para alcanzar los fines determinados disponiendo de los medios necesarios.
El Ejército Argentino “atrasa”. En todo. Su despliegue, su organización, los materiales de guerra e incluso la edad de sus efectivos. Hoy hay más individuos con el grado de Teniente Coronel (40/50 años de edad) que con el de Teniente o Subteniente (20/30 años).
El Estado posee para emplear, como última ratio, cuando se acaban las opciones pacíficas y se ve amenazada su existencia, un elemento inepto, clara evidencia del estado anacrónico en el que se encuentra.
Esto no puede continuar así.
Debemos recuperar la actitud perdida para trascender y sorprender. Gastemos los zapatos caminando con hidalguía y con decoro.
[1] Para referirse a ellos en forma sintética se emplea el acrónimo MIRILADO, por las primeras letras de los 8 factores enumerados